LA VACA QUE LADRABA (CUENTO INFANTIL)

Sucedió una mañana de abril. En aquel prado primaveral, poblado de flores y de hierbas que crecían con desenfreno, las vacas pastaban casi en silencio; de vez en cuando aquel silencio se interrumpía por un intenso y alargado “muuu”.

La vaca Esmeralda pastaba allí a diario con sus compañeras de rebaño. Generalmente, cada cierto tiempo, pronunciaba, al igual que sus compañeras, aquel profundo y dilatado mugido.

Pero aquel día ocurrió algo extraordinario. Apenas habían empezado su paseo cuando, después de masticar un buen manojo de hierba, Esmeralda abrió la boca y en vez del habitual “muuu” lo que sonó fue un estridente “¡Guau!”. Todas las vacas volvieron su cabeza hacia Esmeralda, mientras la propia Esmeralda mostraba su cara de asombro ante su propio sonido. Entonces decidió probar de nuevo: alzó la cabeza hacia el cielo, abrió su enorme hocico y pronunció:”¡Guauuuuu!”. Todas las vacas dejaron de pastar paramirarla. Marianico, el pastor, la miró también, sobrecogido. “¿Qué te pasa, bonica?”, le dijo mientras acariciaba su lomo. Esmeralda volvió a levantar la cabeza, abrió la boca y con todas sus fuerzas pronunció:

– ¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!

Marianico dio un grito y llamó corriendo a su parienta.

–¡Mira, mira, Eugenia, la vaca Esmeralda está ladrando! –gritaba.

Eugenia se acercó a la vaca riendo, incrédula. Entonces la vaca Esmeralda, levantando la cabeza más de lo que se sentía capaz, abriendo la boca más de lo que la había abierto nunca y cogiendo más aire del que le cabía en los pulmones, gritó: “¡Guauuuuuuuu!”.

–Hay que llamar al veterinario –sentenció Eugenia.

El veterinario dejó lo que estaba haciendo y acudió rápidamente a la llamada cuando supo que el problema era que una vaca estaba ladrando. No podía creérselo, necesitaba escucharlo con sus propios oídos. Y cuando llegó y le llevaron ante Esmeralda, que una y otra vez lanzaba sus ruidosos ladridos, el veterinario no alcanzaba a entender cómo podía haber pasado algo así.

Ricardo, que así se llamaba el veterinario, llevó la vaca a su consulta y le hizo una radiografía. En la película se veía claramente el origen de aquel problema: había un perro ladrando en el interior de su tercer estómago. Quizá, mientras Esmeralda dormía, el perro, aturdido por el frío de la noche, había entrado en aquel túnel improvisado y calentito y después no había sabido cómo salir de allí. Como las vacas no comen carne, el tercer estómago de Esmeralda no había sabido qué hacer con aquel perro y le había dejado allí esperando que encontrara su camino de salida. Lo malo es que Esmeralda, con el estómago lleno de algo que no podía digerir, no era capaz de abrir la boca salvo para regurgitar aquellos ladridos con la cabeza bien alta, lo que hacía imposible expulsar al pobre perrillo.

Entonces Ricardo tuvo una idea y le dijo a Marianico: “Vamos a obligar a Esmeralda a estar despierta mucho tiempo para que acumule tanto sueño que al bostezar se le abra la boca tanto que el perro vea la luz del día y pueda salir por donde entró”.

Y así lo hicieron. Establecieron dos turnos, para no quedarse dormidos ellos, lo que les impediría incordiar a la vaca para evitar que se durmiera antes de tener el suficiente sueño acumulado, y estuvieron manteniendo despierta a la vaca treinta y dos horas y veintisiete minutos. Y en aquel momento la vaca, que ya no podía más, se dejó caer al suelo y bostezó tanto tanto tanto que se le abrió la boca tanto tanto tanto que el perro vio una luz al fondo y salió corriendo hacia ella, apareciendo por fin en la boca de Esmeralda y logrando salir justo antes de que esmeralda cerrara la boca y se quedara produndamente dormida.

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